
Aún andaba luchando con su acné cuando cayó en sus manos "
El tercer ojo" de
Tuesday Lobsang Rampa. Muchas noches, al meterse en la cama, siguió las instrucciones del libro para hacer un viaje astral.
Intentó
abrir su tercer ojo, separar su alma del cuerpo. Abandonar el cuerpo físico en casa mientras que su alma salía por la ventana.
Pero por mucho que lo intentó nunca consiguió realizar este fantástico viaje y transportar su invisible cuerpo astral (
y eso que ya tenía una larga lista de dormitorios a los que soñaba visitar... bueno... es que el acné no es más que un síntoma del exceso de testosterona).
Decepcionado por la escasez de resultados abandonó a L. Rampa y empezó a leer a
Herman Hesse.
...
Pasaron casi 30 años y nunca volvió a acordarse de los viajes astrales. Pero hace unos meses todos los telediarios empezaron a
hablar del Tibet, y de pronto se hizo la luz.
... y se dio cuenta de que, sin ni siquiera darse cuenta, al fin lo había conseguido. Y no sólo una vez, prácticamente cada día lo consigue.... desde aquel día, ya hace unos años, en que le abrieron el tercer ojo
(1).
El problema era que lo había entendido todo al revés. Lo que viaja no es el alma,
es justo al contrario, el alma y las emociones son las que se quedan en casa cada día a las 8 de la mañana, esperando a que ya al anochecer vuelva el cuerpo físico de su mal viaje.
(1) Por cierto, la ubicación física del tercer ojo tampoco es muy correcta en el libro.